Blog del autor Sergio Moreno

jueves, 19 de diciembre de 2013

FALLO DEL I CERTAMEN WALSKIUM DE MICRORRELATO DE TERROR Y FANTASÍA

Bueno, tras un par de días de espera sobre la fecha definitiva del fallo, por fin se han anunciado los ganadores del certamen.
El microrrelato ganador ha sido "Su aliento" de Carla Benet Durán, y la mención de honor se la ha llevado "Camino de perfección" de José Ignacio Ceberio.
Enhorabuena a los dos.
Mañana, según anuncian desde www.walskium.com, se podrán leer en la propia página ambos textos. Yo me pasaré por allí para comprobar la calidad que atesoran, pero antes aprovecho para publicar aquí el que yo envié al concurso. Debo reconocerlo: lo mío no es el microrrelato (me gusta extenderme en mis escritos, qué le voy a hacer), pero creo que este no es de los peores que he escrito. Juzgazlo vosotros mismos. ¡Un saludo!


ÚLTIMO LATIDO


Cómo lo acariciaba el aire… Era una sensación más placentera que el mejor de los orgasmos. Los golpes de viento, siempre ascendentes, le revolvían el pelo gris y jugueteaban con su jersey, ondulándolo como un mar  blanco y rojo a merced de una tempestad deseada y provocada  por él mismo.
            Tenía los ojos cerrados y una sonrisa en la cara. Una sonrisa de auténtica felicidad que bordeaba su rostro de arrugas y le confería un aspecto casi onírico. El sonido de su ropa al agitarse sobre su cuerpo era hipnótico, un canto de sirena que penetraba en sus oídos como la más sublime de las melodías.
            Había imágenes en su cabeza, y pasaban deprisa, una tras otra, como diapositivas en blanco y negro repitiéndose en un bucle infinito de planos cenitales y flashbacks. No eran imágenes agradables, pero el sentimiento, la aureola de quietud que las envolvía… Oh… Eran la obra de arte definitiva, la capilla Sixtina de todas sus aspiraciones.
            Extendió los brazos y sintió cómo el aire inflaba la tela del jersey bajo sus axilas, cómo el frío invierno de Madrid se colaba entre las ínfimas uniones de los hilos y se llevaba lejos el fuerte olor a sudor y miedo que desprendían.
            Miedo.
            Ese era el sentimiento que había dominado su vida durante los años anteriores.
            Noches infinitas de gritos, de lágrimas y de frustración. De oscuridad y sombras vagando en su interior. De oraciones silenciosas implorando o la muerte o el olvido.
            Pero ahora, mientras sus ojos disfrutaban del negro paisaje de sus párpados, el aire le arrancaba esos recuerdos y los arrojaba a una noche sin luna. Eso era todo cuanto sabía, todo cuanto sentía… y todo lo que deseaba.
            Era extraño, sin embargo, que fuese capaz de sentir todas aquellas cosas, igual de extraño que el hecho de que fuese capaz siquiera de pensar, porque un hombre no debería poder sentir o pensar cuando su corazón, el recipiente de tales emociones, reposaba sobre el suelo a veinte metros de él, manando aún densos regueros de sangre.
            Miedo.
            Cómo se diluía poco a poco en su mente…
            Cómo se escurrían sus tonos sombríos entre las ráfagas de viento que lo consolaban…
            Seguía con los brazos extendidos, como un Cristo liberado del peso de su cruz. Su pelo se mantenía en una postura forzada, antinatural, y se agitaba de vez en cuando al paso de alguna perturbación en la forma del aire. Surgieron las lágrimas, despacio, formadas en su mayor parte de dolor, pero también de alegría. A lo lejos, sintió latir su corazón una última vez.
            Po-pom
            Supuso que el pie de su hijo descansaba ahora sobre él, empapado en su sangre tibia y oscura, pero no le importó.
            Había soportado un horror indescriptible, y Víctor, ese pequeño de cinco años que nació en un día soleado y que no lloró mientras lo hacía, era el único responsable. O la cosa que vivía en su interior, no lo sabía. Esa cosa que lo hacía destrozar las paredes a puñetazos, que lo obligaba a doblarse en posturas imposibles, que le susurraba al oído las más obscenas proposiciones… Esa cosa que le había arrancado el corazón del pecho al negarse por primera vez a obedecer sus órdenes.
            Sí…
El aire…
El viento era su barquero. El vacío, el río Estigio. Su sonrisa, una moneda de plata.
Abrió los ojos.
El viento se coló en ellos y los secó al instante, dejando suspendidas sus lágrimas. Mientras observaba cómo la silueta a rombos de la acera se acercaba inexorable, rio.
Desde la ventana, siete pisos por encima, Víctor también.

14 de noviembre de 2013 

            

martes, 17 de diciembre de 2013

DOCTOR SUEÑO


Hoy me paso por aquí para comentar (que no reseñar, para eso están los críticos de verdad) la última novela de Stephen King, muy esperada desde que se supo que sería una continuación de otro de sus libros más queridos y aclamados: El resplandor.
Lo he terminado hoy mismo, y como siempre me pasa cuando acabo una de sus historias (excepto con Cell, quizá la única novela del de Maine que me dejó bastante frío), al leer las últimas palabras que preceden a las fechas que dan comienzo y final a su proceso de escritura, me desdoblo en dos personas. O en dos partes de mí tan indisolubles como la de escritor y la de Lector Constante. La primera me ha dicho: este tío es un cabrón; tiene oficio; sabe contar historias de una manera única y tan suya que no es de extrañar que cada una de sus novelas acaben siendo best-sellers, aunque, como yo, no sea esa la intención con la que lo hace. La otra, la de lector, ha guardado silencio por unos instantes y después se ha puesto a aplaudir. "Lo has hecho otra vez, ¿eh, Steve?". Rotundamente sí. Sin embargo... (siempre los hay), Doctor Sueño está ya lejos de aquellas historias aterradoras con las que tito King, como yo le llamo, nos asombró al comienzo de sus andaduras literarias. ¿Es eso malo? Para mí no, desde luego. El libro sigue teniendo pasajes de esos que logran ponerte los pelos de punta, pero más que por el miedo que sientes al leerlos es por el poso que dejó en tu cabeza aquella gran novela que fue (y sigue siendo) El resplandor. Viejos fantasmas reencontrándose en una historia nueva, que lejos de la angustia constante de su precuela, es más una historia acerca de la superación de una infancia traumática, de revelaciones sorprendentes acerca de la vida de aquel niño del hotel Overlook y de una trama que, sin dejar de ser oscura y ciertamente cuativadora, se asemeja más a sus libros que yo catalogo como "de suspense con dosis de terror". Lo que no cambia (y que no lo haga nunca) es la humanidad desbordante de todos y cada uno de su personajes, su cercanía, la belleza con la que están retratados, la empatía que llegamos a sentir hacia ellos cuando King expone con su maestría habitual sus  mejores virtudes y peores defectos. Doctor Sueño es un viaje de descubrimientos junto a Dan Torrance a lo largo de los años, una experiencia que ningún lector debería perderse aunque ni siquiera le atraiga el género en que se ha encasillado (injustamente, a mi parecer) a su autor. Como escritor, aspiro a ser capaz de escribir algo así en mi vida. Como lector, no puedo dejar de pensar en los 25 euros de mierda que uno paga para adentrarse en algo que no tiene precio: el reunirse con los viejos conocidos del Overlook y con la nueva amenaza en forma de colmillo amarillento que se cierne sobre Abra Stone y todo cuanto la rodea. Y como esto no es una reseña, sino un simple comentario completamente subjetivo, me vais a permitir lamerle un poco el culo a mi querido King:
Saque ya otra novela, por favor. Y que sea, como mínimo, tan buena como esta.
¡Buenas noches a todos!